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Allá por los años 50 en California, gran parte de la población le dedicaba su tiempo al surf. Una mañana, alguien se levantó sin ganas de ir al mar, y no tuvo mejor idea que practicar sus trucos en el cemento. Bastó que uno tenga la genial idea de mejorar su accionar en el mar, para que todos los surfistas sigan sus pasos. “Es como recrear una ola en la tierra”, dijo Franck Meyer, mi hermano, con gran habilidad para los dos deportes.

De ahí en adelante, los grupos de los diferentes barrios de California, se reunían y comenzaron a fabricar sus ‘land surfboards’. ¿Cómo así? Agarran la tabla más desgastaba que tenían, la pulían y le agregaban las ruedas de los patines. Locaso, ¿no?

Aún les decían surfers, pero cada vez bajaban menos al mar, y comenzaron a deslizarse por las bajadas, compitiendo así, con los vehículos. Ellos no se dieron cuenta que tarde o temprano iban a sufrir algún accidente, ya que era demasiado riesgoso lo que estaban haciendo. Hasta que apareció Alan Gelfand, un joven como los otros, se dio cuenta del peligro que corrían. Él agarró su tabla y la comenzó a golpear, logrando que la parte delantera se levante, luego saltó con la tabla unos 25 centímetros sobre el suelo y a partir de ahí revolucionó todo, porque los demás comenzaron a imitar la acción de Alan. Sin querer queriendo, hizo dos cosas en una; protección y truco, al cual denominó ‘Ollie’. Aquello marcó gran diferencia entre el surfing y el deporte que se estaba gestando: el skateboarding.

“Prefiero cien mil veces hacer trucos y hacerme heridas, que entrar al mar con una tabla de surf”, señaló Guillermo Coronado, un joven de 17 años que se dedica a montar todo el día con su comitiva en el skatepark de la calle Los Eucaliptos en La Molina.

En Estados Unidos, todos los niños de 11 años, construían sus propias tablas con la ayuda de sus padres. El skateboarding desplazó completamente al surfing -siendo éste su padre biológico- y se convirtió en un deporte de descubrimiento para todo el país.

Nueve años después (1959), un hombre con visión empresarial, al ver todo el movimiento, se dio cuenta del potencial que había detrás del skateboarding y comenzó a invertir en el. Decidió fabricar el primer skateboard comercial, el ‘Roller Derby’, para que los chicos se ahorren el tiempo de seguir construyendo su propia tabla. Fue un boom y el mercado estalló, convirtiéndose en toda una industria en el país del tío Sam.

Para finalizar, el skateboard despegó en los años 60 y ganó notoriedad mundial.

 

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